Personalmente, el dolor no me gusta; lo entiendo, lo tolero y lo acepto como parte de la vida. El dolor modifica tu percepción de la vida, altera tus reacciones con el entorno, te vuelves más vulnerable, irritable, te cambia el humor…
Con los años me he dado cuenta de los beneficios que te aporta prevenir. Anticiparse a las situaciones evita tener que correr cuando es demasiado tarde, o pasar por procesos de curación lentos y pesados.
El dolor no aparece por arte de magia: normalmente se ha pasado antes por un proceso asintomático de compensación, adaptación, reequilibrios internos, cambios metabólicos… hasta que aparece.
Cuando tenemos dolor no vemos el origen, ni las posibles causas. Nos centramos en el dolor y en «quiero que me lo quiten lo antes posible».
Normalmente hacemos responsable de nuestra salud, en este caso del dolor, al sistema médico, o al profesional que nos atiende.
Somos responsables de nuestra propia salud.
La persona se frustra cuando el dolor aparece de repente por primera vez en 50 años. Esta vez el dolor viene con un billete de ida, y lleva una gran maleta, con intenciones de quedarse.
Según ellos nunca sufrieron dolores anteriormente. No son conscientes de aquello que han hecho o no han hecho que les ha llevado a la situación en la que se encuentran. No han hecho caso de las señales que el cuerpo les iba mostrando durante el transcurso de la vida.
El dolor no es malo, es una reacción del cuerpo con la intención de decirte que algo no va bien, y siempre es en beneficio propio, aunque ello genere dolor. El cuerpo está intentando curarse, lo hace como sabe, como puede, y si le dejamos. Aunque al hacerlo sea sintomático. Es el cerebro quien te dice que hay dolor para que pares de hacer lo que te ha llevado a donde estás; el cuerpo está haciendo su trabajo correctamente.
Ejemplo: Una situación de tensión hace que el cuerpo reaccione como si le estuviesen agrediendo. El cuerpo la percibe, consciente o inconscientemente, y se protege. Los músculos se contraen, aumenta la inflamación local… el cuerpo te avisa de lo que está sucediendo mediante el dolor. En la mayoría de los casos la reacción fisiológica dura unos pocos días, tiempo necesario para que el cuerpo vuelva a su relativa normalidad. Esta sería la situación normal que experimenta el cuerpo en su día a día.
Cuando la tensión, el alto nivel de toxinas y la mala salud reinan, interfieren en el proceso de curación, y el cuerpo deja de hacer sus funciones de manera fisiológicamente correcta. El cuerpo ya no se recupera como se espera de él, la fisiología deja paso a la patofisiología… procesos fisiológicos asociados a la enfermedad.
El dolor representa la opinión del paciente de lo que le está ocurriendo en el momento presente (lo podríamos comparar con la punta del iceberg). Si observamos la persona en su totalidad, la escuchamos, la comprendemos, no como un dolor, sino como a un ser vivo con todos los parámetros que lo forman, podremos ayudarla de manera directa, con mayor efectividad y la ayudaremos a hacerse cargo de su situación.
Si cometemos el error de centrarnos en el dolor y en hacer lo posible para que desaparezca olvidándonos del resto de nuestra persona, esto es pan para hoy y hambre para mañana; significa que no hemos comprendido nada.
Cuando tenemos dolor nos ponemos nerviosos y nos alteramos. Nos obsesionamos con el dolor y en cómo dejar de tenerlo. En este estado nos dominan las emociones: evitar el dolor y buscar el placer a toda costa. Si dejar de sentir el dolor significa hacer daño al cuerpo para que deje de quejarse, lo haremos.
Cada vez que te tomas un medicamento para el dolor, tan solo ves los efectos deseados; el dolor disminuye. Pero las soluciones rápidas tienen siempre un precio elevado y unas consecuencias.
• Es fascinante cómo podemos estar toda una vida maltratando el cuerpo y que este siga dándonos bienestar. Es la razón de su existencia. Pero puede llegar el día que no pueda seguir haciéndolo.
¿Por qué cuando tenemos salud nos olvidamos de que la enfermedad también está presente, aunque sea en dosis imperceptibles?
Si fuésemos conscientes de que el bienestar no es un derecho adquirido, le daríamos las gracias al cuerpo por darnos salud a diario. Cuando enfermásemos, recordaríamos que ello forma parte de la propia existencia, y no nos sorprenderíamos tan ingratamente. La enfermedad no deja de ser una acción de nuestra propia salud para seguir dándonos bienestar, es tan solo un tramite entre un estado de salud y el siguiente. Nada es para siempre, lo sabemos desde que cogemos aire por primera vez.
Es tan importante darle al cuerpo pequeñas dosis de manera regular de aquello que necesita para funcionar correctamente, como dejar de darle cosas que le perjudican. Hay que empezar a ser conscientes, la consciencia es prevención.
• ¿Qué nos gusta más, la enfermedad o la salud?
• ¿Qué estamos dispuestos a hacer para que la balanza se decante hacia un lado y no hacia el otro?
Después de todo lo que nuestro querido cuerpo hace por nosotros, lo tratamos como a un esclavo, le exigimos constantemente que esté a la altura de nuestras exigencias y caprichos, sin cuestionarnos si ello le perjudica.
¿Todo oscila, depende de nosotros CUÁNTO!
Todo aquello que existe tiene su opuesto según el principio de polaridad. En la naturaleza vemos claros ejemplos: no puede haber frío sin calor, humedad sin sequedad, día sin noche… cada par de opuestos no son mas que extremos de lo mismo.
Nosotros no estamos por encima de la naturaleza, seguimos las mismas leyes. Somos bipolares, alternantes, fluctuantes de manera constante, en nuestro estado emocional (alegría/tristeza, amor/odio, lleno/vacío…), físico y mental. Están en constante cambio.
Cuando nace un bebé, que ha sido concebido con amor y llega a un hogar donde es querido, es el momento más cercano a la perfección que va experimentar a lo largo de la vida. Momento de máximo bienestar. El bebé tiene a su alcance prácticamente energía infinita. A medida que va creciendo, y se va formando el carácter, aparece el juicio, los complejos de la personalidad y las primeras desilusiones… empieza a tambalearse. Todo esto dificulta el acceso a los recursos inherentes del cuerpo.
Los vaivenes se manifestarán a nivel físico si nuestro sistema inmune es débil: bronquitis, otitis, colitis, cualquier tipo de «…itis». Cuando nos hacemos mayores aumenta el cansancio, el estrés laboral, los problemas de familia, las responsabilidades… Esto son solo unos ejemplos de situaciones generadoras de estrés, precursoras de enfermedad.
Aquí es donde LA PREVENCIÓN, con mayúsculas y negrita, entra en juego. Debería formar parte de nuestro estilo de vida, no es suficiente con llamar al terapeuta cuando tengas dolor, la idea es no esperar a que el dolor te haga actuar.
Hay muchas cosas que se pueden poner dentro del saco de la prevención, cualquier actividad o acción que te aporte un beneficio a nivel físico, mental o emocional, sin que ello dañe a nadie, podría valer:
• Recibir tratamiento terapéutico equilibra las tensiones y energías internas. Ello permite que el organismo tenga acceso a sus reservas energéticas de manera directa.
• No poner toxinas en el cuerpo.
• Alimentarse de manera inteligente.
• Realizar actividad física regularmente para equilibrar las tensiones diarias.
• Construir pensamientos positivos a todas horas.
• Ser conscientes.
Todos estos elementos hacen referencia al gráfico que podéis ver un poco más abajo. Cuantas más cosas a favor de nuestro bienestar hacemos, más nos alejamos de la línea horizontal que marca el paso del «no dolor» al «dolor».
Parece que las zonas dolor y no dolor están cargadas magnéticamente. A medida que eres consciente y te cuidas, te encuentras mejor. Caes en un estado de más tranquilidad, calma, y bienestar, al cuerpo le gusta y te pide que se lo sigas dando. Por contra, cuanto peor te encuentras, menos te cuidas, más te afecta el estrés, te obsesionas por llegar a tus auto-exigencias y te olvidas de las necesidades de tu persona bajo los efectos embriagadores generados por tus emociones. Vas a evitar hacer todo aquello que no vaya dirigido a bajar el estrés de manera directa. No vas a encontrar el tiempo para relajarte, ni para dedicarlo a tu cuerpo, ni de cocinarte a diario. Cuando no estás bien te cuidas peor, dejas de verte. No eres consciente de aquello que te perjudica y lo sigues haciendo. No eres consciente de lo que te puede ayudar, por lo tanto no lo haces.
¿Por qué cuando más estresados estamos, tomamos más excitantes, cafés, azúcares, exceso de comida… todo lo contrario de lo que nos iría bien?
Cuando no estás bien dejas de ser consciente y te dominan los estados emocionales, que buscan una solución rápida.
Todo es energía, todo emite una vibración energética: las personas, las cosas materiales, la comida, las emociones, los pensamientos. Cuando nuestra vibración se altera dejamos de estar en sintonía con una realidad de una onda vibracional determinada. Nos alejamos de ella. Cuando estamos estresados, entramos en resonancia con emociones, personas o materias de una parecida vibración. De ahí que tomemos café cuando estamos estresados, chocolate cuando tenemos ansiedad, o que nos agredan al volante cuando estamos intentando llegar a la hora…
Ley de atracción.
Somos lo que comemos
En los últimos años me he dado cuenta de la importancia que tiene la alimentación con el bienestar. Me encuentro muy a menudo con pacientes que vienen con un dolor recurrente, y para que éste desaparezca es necesario hacer una reorientación de los hábitos alimenticios.
• Ejemplo: Una señora viene con un dolor en la zona lumbar, es un dolor difuso, de origen desconocido. Hace unas semanas que tiene mucosidad y sensación de pesadez en la cabeza. En el transcurso de la sesión, hablamos de la dieta de forma general. La información que me da revela un patrón alimenticio que puede estar aumentando el nivel de toxinas del cuerpo, lo que hace trabajar el hígado de manera forzada. Este, de manera indirecta, puede congestionar la zona de la cabeza y tener un efecto mecánico en la zona de la pelvis, y provoca el dolor lumbar. Hay distintas señales en la exploración física que confirman una posible relación con las funciones de limpieza del hígado.
La parte mecánica se corrige con la sesión, y el componente alimenticio se corrige con unos cambios en la rutina diaria. El dolor desaparece gradualmente. Ya han pasado tres meses y no ha vuelto.
• Alimentarse de manera inteligente, «que tu alimento sea tu medicina» (Hipócrates).
Resumiendo
Para mantenernos en un estado de bienestar debemos darle al cuerpo (físico, mental, emocional, espiritual):
• Ejercicio físico de manera regular. Aumentar el oxígeno del cuerpo que es tan importante para todas sus funciones. El movimiento es vida.
• Descanso reparador acorde con la actividad física y mental. Siguiendo unos horarios para alterar mínimamente los biorritmos.
• Hacer alguna actividad desestresante, placentera, que nos ayude a centrarnos: pintar, cantar, relajaciones, meditaciones, tocar un instrumento musical…
• Alimentación: comer con cabeza y lo justo.
• Yo recomiendo a los pacientes hacer un chequeo una vez al año si el sistema rebosa de buena salud. En el caso contrario hacer visitas cuando se sienta que hay algo que no acaba de funcionar: cansancio, irritabilidad, dolores, trastornos intestinales… o simplemente estar pasando por una época de tensión desbordante.
Todo ello debe hacerse de manera consciente, con todos los sentidos, con nuestra presencia. La serenidad que se origina de esta filosofía se transmite a todos los estados de nuestra vida: trabajo, familia, amigos, mundo interior.
No podemos llevar este estilo de vida porque «es lo correcto», ni porque «se debe hacer así», ni porque lo dicen los libros.
Haz la prueba y luego decide por ti mismo.
M’ha encantat l’article. Estic completament d’acord amb tot i penso que això hauria de fornar part de l’educació que rebem de petits i així poder evitar alguns mals que després son més difícils de tractar.
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Gràcies Imma! Un petó
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